Imágenes de lo urbano como paradigma de la postmodernidad

     Perfil de una gran ciudad.

    Captamos esta imagen desde las alturas, a través de los ojos de un ave nocturna que vuela muy alto.

   En el amplio panorama, la ciudad parece un gigantesco ser vivo. O el conjunto de una multitud de corpúsculos entrelazados. Innumerables vasos sanguíneos se extienden hasta el último rincón de ese cuerpo imposible de definir, transportan la sangre, renuevan sin descanso las células. Envían información nueva y retiran información vieja. Envían consumo nuevo y retiran consumo viejo. Envían contradicciones nuevas y retiran contradicciones viejas. Al ritmo de las pulsaciones del corazón parpadea todo el cuerpo, se inflama de fiebre, bulle. La medianoche se acerca y, una vez superado el momento de máxima actividad, el metabolismo basal sigue, sin flaquear, a fin de mantener el cuerpo con vida. Suyo es el zumbido que emite la ciudad en un bajo sostenido. Un zumbido sin vicisitudes, monótono, aunque lleno de presentimientos.

Haruki Murakami, After Dark, 2004

 

La ciudad ha sido el símbolo predilecto de la modernidad y sensibilidad contemporáneas. La urbe que surge con la revolución industrial está ligada al progreso, a lo monumental de las nuevas edificaciones vinculadas con la banca, los negocios, la industria y el transporte.

La construcción de grandes bulevares, jardines y galerías comerciales, como lugar de consumo, ocio y expansión del nuevo ciudadano aburguesado, ha dado paso en las últimas décadas a una ciudad como expresión de lo global en tensión con lo local. Metáfora de una imagen del capitalismo avanzado, que crea nuevos mapas de disolución, articulación y exclusión, más dentro del orden de lo caótico e incontrolable, de lo no planificado y en constante transformación. Frente a la idea de una ciudad enraizada en el territorio, expresión de una voluntad política colectiva, se presenta la idea de “ciudad en red” con la globalización. Cada ciudad es un nodo del entramado topológico del capitalismo: Nodo de redes económicas, de inversión, de decisiones de poder, de flujos migratorios.

Una ciudad sin límites (que se construyen con un horizonte infinito tanto en su horizontalidad como verticalidad), a una escala planetaria de urbanización del territorio, donde impera el hacinamiento. Así lo manifiesta Massimo Cacciari en el libro La ciudad de 2010:

“La ciudad se encuentra en todas partes, luego ya no hay ciudad. Sus límites no son más que un mero artificio. El limite del espacio postmetropolitano no viene dado más que por el confín alcanzado por la red de comunicaciones […] Quién haya estado en Tokio, Sao Paulo o en Shanghái, sabe que ya no tiene ningún sentido hablar de ciudad. Se trata de territorios y habitamos territorios cuya métrica ya no tiene ningún sentido espacial, sino, sólo en el mejor de los casos, temporal. Hacemos todas nuestras cuentas en base al tiempo, no al espacio; ya nadie indica la distancia a la que se encuentra una ciudad, sino el tiempo que se tarda en llegar a ella”.

Esta tipología urbana se definió en el año 1961 con el término Megalópolis, por el geógrafo francés Jean Gottann, con un ensayo del mismo título para definir el área urbanística donde varias ciudades confluyen con otras creando grandes áreas denominadas “conurbaciones” de más de 10 millones de habitantes. La primera que definió fue la de la costa noroeste de los Estados Unidos. Una ciudad que para ser abarcada tiene que ser mirada desde el exterior de la tierra, desde los satélites que orbitan alrededor del planeta, una mirada extra-planetaria. 

Una metrópoli descentralizada, con una fuerte escisión entre el núcleo comercial de las grandes megalópolis con su expansión periférica. Como indica Edward W. Soja en su ensayo Postmetropolis de 2008:

“La composición de la exópolis puede ser descrita metafóricamente como la “ciudad de dentro a fuera”, como en la urbanización de los suburbios y en el auge de la ciudad exterior. Pero también representa “la ciudad de fuera a dentro”, una globalización de la ciudad central que trae al centro todas las periferias del mundo.»

Un paisaje en donde el ciudadano anónimo pasa a ser el protagonista. Un ciudadano que vive monótonamente, muchas veces marginado y alienado, devorado por ese paisaje como un “no lugar” (ciudades-dormitorio, centros urbanos para el turismo comercial, aeropuertos, estaciones de metro, etc…), donde impera la monotonía de lo repetible, aséptico y saludable.  Aunque esta visión no tan placentera y negativa ya se daba en las últimas década del siglo XIX y primeras del XX, había todavía una atracción (del abismo) muy romántica respecto a este nuevo espacio vivencial.

Andreas Gursky

 

Os proponemos un itinerario por obras de la Colección Helga de Alvear donde la presencia de la ciudad desde diversos puntos de vista, desde diversas poéticas de la mirada, es muy significativa. Imágenes de lo urbano como expresión de la postmodernidad, de la sociedad y el individuo contemporáneo, utilizado como espacio de ensayo y crítica, desde puntos de vista documentales y conceptuales (Ed Ruscha y Thomas Ruff), pero a la vez vista desde poéticas muy personales e íntimas (Martin Boyce). La ciudad ya no es algo estable (James Casebere), sino que se define por un continuo fluir de miradas (Pierre Huyghe), en constante crecimiento y transformación (Frank Thiel y Andreas Gursky), demolición, ruina (Gordon Matta-Clark, y Miyamoto) y caos urbanístico (João Penalva), donde surgen usos no normalizados de tráfico de mercancías y consumo (Francis Alÿs).

 

Estandarización

La ciudad norteamericana de las década de los sesenta del siglo XX sera el exponente de un urbanismo funcional indiferenciado que reinterpreta los valores monumentales de la ciudad histórica con otros de clave consumista y comercial, para proponer una perspectiva visual y del espacio como nuevos valores monumentales. En este caso Los Ángeles será el paradigma de esta nueva concepción de lo urbano, donde se optimizan las condiciones para el movimiento de los coches. Se asfaltan grandes áreas para albergar autopistas, aparcamientos, mientras el espacio peatonal se veía reducido al mínimo.

Ed Ruscha (Omaha, 1937)

Ruscha, nacido en Omaha,  se traslada con dieciocho años a la ciudad de Los Ángeles, convirtiéndose la ciudad en el motivo principal de toda su obra pictórica, fotográfica y editora. Ruscha concibe el espacio urbano de Los Ángeles ligado a la visión que de ella se tiene, no como viandante, sino como automovilista, medio más acorde a como se percibe y se vive la ciudad del cine. Un espacio urbano ligado a este medio de locomoción que configura el modo de ver el paisaje. Lo desmenuza en formas tipológicas que describen el modo de vida de los habitantes de Los Ángeles (apartamentos, bulevares, gasolineras, aparcamientos, piscinas, propiedades inmobiliarias, palmeras).

La ruina en la ciudad postmoderna

La evocación romántica de la ruina, del paso del tiempo a través de su huella en el deterioro de los edificios, ha sido suprimida en la ciudad postmoderna. En ella no tiene cabida este concepto. La ruina está cada vez más próxima al presente, una especie de obsolescencia programada de los edificios que pasan a no tener ningún valor, solamente por el lugar que ocupan en el entramado urbanístico, por el valor inmobiliario de los terrenos donde se ubica.

A estos edificios obsoletos no les da tiempo, en muchos casos, en convertirse en ruina y pasan a ser demolidos de forma violenta y espectacular. El largo periodo en el que se podía ver el lado estético de la ruina queda anulado en breves lapsos de tiempo. Rosa Olivares apunta que “… en las ruinas de nuestro presente toda esta carga simbólica no puede existir, pues no proceden del pasado, no hay tiempo entre la ruina y nosotros mismos.”

Frank Thiel (Kleinmachnow, 1966)

Uno de los artistas que reflexiona sobre el nuevo estatuto de la ruina será el fotógrafo alemán Frank Thiel. Procedente de la Alemania Oriental se traslada al Berlín occidental en 1985. Sus propias vivencias e interés por el surgimiento de un nuevo espacio político dentro de las estructuras urbanas en transformación en la capital alemana, lo han llevado desde 1995 a captar el nuevo urbanismo y arquitectura que se estaba realizando en Berlín tras la caída del muro.

Sus fotografías de edificios en demolición y construcción, plagadas de grúas que marcan el ritmo de la composición, son el reflejo de una ciudad en permanente transformación.  La imagen de la ciudad se convierte en una maraña de grúas, andamios, mallas metálicas, que como un tejido a envuelto a la ciudad, como una especie de simulacro de lo real por encima del territorio. Una especie de palimpsesto constructivo que elimina o emborrona los aspectos históricos y territoriales de la ciudad.

Urbanización globalizada

Como señala un profesional urbanista catalán, Jordi Costa “Urbanización no es ciudad” y continua diciendo que “La ciudad emergente es difusa, de bajas densidades y altas segregaciones, territorialmente despilfarradora, poco sostenible, y social y culturalmente dominada por tendencias perversas de guetización y dualización o exclusión”. Un modelo de urbanización que se ha expandido por todo el mundo, donde el urbanismo planificado está ausente, los estilos de casas se superponen y donde la naturaleza se ha domesticado. Un estilo de vida insostenible.

James Casebere (Lansing, 1953)

El trabajo de James Casebere ha adoptado el punto de intersección entre fotografía, arquitectura y escultura para dar cuerpo a una obra que adopta el simulacro como estrategia encaminada a introducir al espectador en ambientes ambiguos y evocativos, que producen un efecto de extraña familiaridad. Sus fotografías de inhabitadas maquetas instauran un juego entre ilusión y realidad como vehículo para crear un método crítico de representación que inyecta narrativas políticas e históricas, desde los efectos de la globalización hasta las relaciones de control social.

La serie Landscape with Houses recrea las zonas residenciales del distrito de Dutchess, a las afueras de Nueva York. En las imágenes que la componen vemos esta idea de urbanización global del territorio, donde la naturaleza ha dado paso a zonas residenciales donde se conjuga la arquitectura de viviendas unifamiliares, con zonas verdes artificiales, creadas para el descanso y el disfrute, praderas de césped, lagos artificiales y pequeños bosques. Una urbanización que crea lo que se ha venido en llamar en terminología anglosajona como Urban Sprawl (mancha urbana).

Los «no lugares»

El ciudadano de las grandes metrópolis actuales cada vez habita y pasa más tiempo en los llamados “no lugares”. Lugares de tránsito, espera, o de desplazamiento (carreteras, paradas de metro, estaciones de tren, aeropuertos) configurados en todas partes de la misma forma, debido principalmente a que son espacios funcionales.

El etnólogo Marc Augé definió estos no-lugares en su libro Los no lugares. Espacios del anonimato (una antropología de la sobremodernidad) definiendo estos rasgos comunes:

  • Son espacios construidos para unos determinados fines, como por ejemplo el transporte, el comercio, el ocio…
  • No generan relaciones sociales orgánicas estables. Lo podríamos resumir con la frase «cada cual va a lo suyo».
  • Existen relaciones contractuales esencialmente de carácter individual, mediante un billete de transporte o pasando por algún peaje o control de paso.

Fischli & Weiss (Zúrich, 1979-2012)

Uno de esos “no lugares” es el tema principal de la serie fotográfica de la pareja de artistas suizos Fischli & Weiss denominada “aeropuertos”, realizada en un periodo de veinte años donde han recopilado más de mil fotografías de diversos aeropuertos por donde han transitado a lo largo del mundo. En ellas vemos como se repiten los mismos aviones, hangares, plataformas, pasarelas, ventanillas, vistos desde el punto de vista del pasajero que convive con estos espacios anodinos, vacíos e impersonales que se han creado precisamente por el deseo del hombre de “atrapar el mundo”.

Como señala Rem Koolhaas en La ciudad genérica «Los aeropuertos están empezando a reemplazar a la ciudad. La condición de en tránsito se está haciendo universal. Los aeropuertos, todos juntos, contienen poblaciones de millones de personas […]».

Modos de resistencia

Una de las paradojas que se da en las grandes megalópolis actuales son los aspectos o hábitos de resistencia de lo local o popular frente a la normalización y estandarización que impone en ellas lo global. Es algo singular en la imagen de la ciudad postmoderna, donde se producen múltiples y combinatorios mestizajes en diversas dosis de elementos antiguos y modernos, que crean contradicciones, en relación a determinados objetos, mercancías e ideas que habitan en la ciudad actual.

Está tensión entre lo global y lo local va estar perfectamente ejemplarizada en la obra del artista belga Francis Alÿs, habitante de la ciudad de México y cuya gran parte de su obra reflexiona en torno a como se habita esta ciudad, uno de los exponentes más claros de estas nuevas megalópolis.

Francis Alÿs (Amberes, 1959)

Las imágenes que componen la obra “Ambulantes” fueron tomadas por Alÿs en la ciudad de México donde reside, y están centradas en captar a los vendedores ambulantes y comerciantes que trasladan y venden sus mercancías por las calles de la ciudad, reflejando una tipología humana que marca el paisaje. Nos muestra una forma de movimiento de mercancías propio de la ciudad, ajena y en resistencia en relación a otras formas globalizadas de transporte que se intentan imponer en la ciudad.

Otros ejemplos en la colección